Como cuando uno arranca su historia en el fútbol, generalmente lo hace en un rectángulo de arcilla, el famoso polvorín antes de llegar a aquellas canchas de pasto.
Vuelve el fútbol, el de llano, el fútbol del bario ese que te hace olvidar del estres de la semana, ese que está lejos de los reflectores del profesional, ahí donde incia el talento. Si bien el coronavirus se ha llevado miles de vidas por delante, hoy debemos adaptarnos a esta nueva normalidad.
Que lejos estamos de aquellos ayeres donde no era difícil armar un partido, había que gritar, chiflar desde la calle a los amigos que veían por la ventana y en un rato ya éramos suficientes para una cascarita, un partido callejero, o una reta; en aquel entrañable parque de convivencia, hoy parque Irekua; casi siempre habían más de 13 y a algunos les tocaba quedarse mirando, esperando que alguien le cediera el puesto; por suerte era así, de lo contrario no hubiese habido porteros.
Terminado el partido tomábamos agua desde la manguera de un señor que regaba el jardín, se compraba algo de la tiendita o en aquel puesto a las afueras del parque, camino de vuelta a nuestras casas... algo así era la escena de un partido típico de sábado o domingo.
Hoy, nuestros hijos y nosotros también, tenemos zapatos deportivos adecuados para cada superficie, para andar en bicicleta y para ir al lago que tiene piedras; camisetas que eliminan la transpiración y utilizamos canchas de última generación en recintos extraordinariamente bien acondicionados previo pago de un precio adecuado, pero lograr armar un partido de amigos resulta un desafío mayor: más fácil es tener un juego de video en línea con un grupo de japoneses, coreanos e irlandeses.
Esta pequeña descripción del deporte recreativo, grafica cómo el incremento de los ingresos y los bienes que se pueden consumir no necesariamente son un cambio cualitativo positivo en nuestra calidad de vida. Practicar deporte en un espacio público e ir armando el equipo a medida que uno caminaba por el barrio, con casas de distintos colores y tamaños, no sólo tiene que ver con bienestar del cuerpo, también con la amistad y la sociedad que vamos construyendo. Hoy, los mejores ingresos nos han permitido aumentar el consumo, y el desarrollo de los mercados satisfacer casi cualquier demanda, pero parafraseando a Oscar Wilde, parece que actualmente conocemos el precio de todo y el valor de nada.
La cancha de tierra...
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